Lo que me gustaría contarte ahora que aún eres libre...
Cuando naciste sentí un miedo terrible porque ya no podía protegerte, de hecho, nada más nacer, te llevaron de mis brazos y no te volví a ver hasta el día siguiente. Te imagino tan sola en una incubadora… que por más calor que diera no era mi calor, el que llevaba meses guardando para tí.
De todos modos, aunque no estaba contigo, no pude parar de sonreír en toda la noche, me sentía tan feliz de haber visto tu cara. Luego, por la mañana, te trajo una enfermera en un carrito. ¡Qué decepción! Yo pensaba qué era el desayuno. Bueno, tú realmente parecías un croassan…pero no me dejaron morderte. Así que me limité a decirte esas cosas que decimos las madres extasiadas y anestesiadas: la verdad. “Pero qué bonita eres!!!!”
Y a la noche, en un arranque de bravura, dije: “¡Qué me la traigan ya!” para justo después darme cuenta de que no tenía fuerzas para cogerte en brazos. Pero ya no me importó nada más, volvías a estar cerca, nunca tanto como antes pero cerca.
Vinieron todos esos impertinentes que suelen venir a joder los momentos felices y recordarle a tu pobre madre que si la teta, que si el meconio (mecagüenqué???), que si los pañales…Te encontrarás miles de ellos a lo largo de la vida, tú haz como que los escuchas, les encanta sentirse importantes.
Cuando por fin nos soltaron del “zoológico” y pensé que te iba a tener para mí solita, vinieron más, la casa se llenó de fisgones, con muchos regalos, pero fisgones. Yo con una mano te agarraba a ti, con la otra me sujetaba los puntos y con todo mi corazón deseaba que se fueran a contemplar a otra niña, seguro que habían nacido millones más en el mundo ¿porqué todos estaban en mi casa?
Desde entonces, no te he vuelto a tener para mí solita, ni lo quiero. Pero debo confesar que echo de menos cuando tú te movías y sólo yo lo sentía, y te decía: “Todo va bien aquí fuera, te esperamos cuando estés dispuesta”
Te quiere:
Tu egoísta y cínica madre.
De todos modos, aunque no estaba contigo, no pude parar de sonreír en toda la noche, me sentía tan feliz de haber visto tu cara. Luego, por la mañana, te trajo una enfermera en un carrito. ¡Qué decepción! Yo pensaba qué era el desayuno. Bueno, tú realmente parecías un croassan…pero no me dejaron morderte. Así que me limité a decirte esas cosas que decimos las madres extasiadas y anestesiadas: la verdad. “Pero qué bonita eres!!!!”
Y a la noche, en un arranque de bravura, dije: “¡Qué me la traigan ya!” para justo después darme cuenta de que no tenía fuerzas para cogerte en brazos. Pero ya no me importó nada más, volvías a estar cerca, nunca tanto como antes pero cerca.
Vinieron todos esos impertinentes que suelen venir a joder los momentos felices y recordarle a tu pobre madre que si la teta, que si el meconio (mecagüenqué???), que si los pañales…Te encontrarás miles de ellos a lo largo de la vida, tú haz como que los escuchas, les encanta sentirse importantes.
Cuando por fin nos soltaron del “zoológico” y pensé que te iba a tener para mí solita, vinieron más, la casa se llenó de fisgones, con muchos regalos, pero fisgones. Yo con una mano te agarraba a ti, con la otra me sujetaba los puntos y con todo mi corazón deseaba que se fueran a contemplar a otra niña, seguro que habían nacido millones más en el mundo ¿porqué todos estaban en mi casa?
Desde entonces, no te he vuelto a tener para mí solita, ni lo quiero. Pero debo confesar que echo de menos cuando tú te movías y sólo yo lo sentía, y te decía: “Todo va bien aquí fuera, te esperamos cuando estés dispuesta”
Te quiere:
Tu egoísta y cínica madre.
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