Espera, que busco una mierda para que me importe...

Se sentó en una terraza cualquiera, dispuesta a esforzarse por acabar el libro con el que llevaba tres meses. Si te escondes en un libro, tienes muchas posibilidades de pasar desapercibida.

Leyendo una descripción muy gráfica, pero bella y apetecible, de un encuentro sexual entre extraños, se ruborizó. No quería oír, pero oía, la conversación en la mesa de al lado. "Muy puta, Mari. Que yo sé que es tu amiga y yo también la quiero. Pero es una zorra como una catedral!!!" Se puso del lado de la zorra inmediatamente, si esas eran sus amigas, estaba bien jodida.

Intentó concentrarse en el libro de nuevo pero un bebé lloraba en la terraza de enfrente. Levantó la vista y vio a los supuestos padres besándose (con lengua) mientras otra criatura correteaba alrededor y la mujer mecía el carrito con el pie.

Así, igual, lo mismo, durante unos veinte minutos.

Cayó de la burra...

Estaba en la calle principal, llena de terrazas, de gente, de poses... Se dio cuenta de que allí es donde sus vecinos sacaban las plumas, las ropas, los niños y las apariencias, a pasear.

Y deseó que su libro se la tragara.